El texto que comparto con ustedes es de Daniel Samper del libro de Fátima Cabral "Hacia el Español" donde trabajaba los heterosemánticos.
EU NÃO FALO PORTUGUÊS
A diferencia de la mayoría de las personas que entienden idiomas pero no los hablan, a mí me sucede con el portugués, que lo hablo pero no lo entiendo. Es decir, aprendí la música, pero me falta la letra. Yo pensé que español y portugués se parecían tanto que no precisaba tomar clases. Sin embargo, para salir de dudas, resolví preguntárselo a Norma Ramos, una buena amiga portuguesa que ha vivido en el Brasil.
- Norma: dime la verdad: siendo el portugués un dialecto derivado del español: ¿tú crees que necesito tomar clases de portugués? -le pregunté en el mejor portugués de que fui capaz.
- Al fondo a la derecha, me contestó Norma, y siguió comiendo.
Fué una experiencia terrible. Allí mismo decidí que no sólo iba a tomar clases de portugués, sinò que Norma tendría que ser mi profesora. Ella aceptó con resignación misericordiosa. Y como yo le insistiera que me hablase en portugués todo el tiempo, me dijo que desde el lunes nos sentaríamos a estudiar dentro de su escritorio. Me pareció bastante estrecho el lugar, pero llegué el lunes decidido a todo. Yo creía que el portugués era el idioma más fácil del mundo, pero la primera lección que saqué es que resulta peligrosísimo justamente porque una cree que se trata tan sólo de español deshuesado. Escritório no quiere decir escritorio, sino oficina; en cambio, oficina quiere decir taller y talher significa cubiertos de mesa. No me atrevía a preguntar a Norma cómo se dice escritorio (nuestra tradicional mesa de cajones); pero ella, que es tan inteligente, lo adivinó en mis ojos aterrados. Escritorio se dice escrevaninha, observó Norma . ¿Escriba niña?, comenté desconcertado: Así le decimos a las secretarias. Norma sonrió con benevolencia. Le pedí que decretáramos un rato de descanso. Un rato en portugués es un ratón, respondió inflexible. Fíjate lo que me pasa por hablar como un loro, traté de disculparme. Un louro en Brasil es un rubio, dijo ella.
Y rubio seguramente se dirá papagayo, comenté yo tratando de hacer un chiste. Glacial, Norma aclaró:
-Ruivo es pelirrojo, y papagayo es loro. -Perdóname, Norma, pero es que yo hablo como si produjera basura. -Vassoura no, Lixo. Vassoura quiere decir escoba.
-Y escoba, ¿significa?
-Escova significa cepillo. Era suficiente para el primer día. A la siguiente lección regresé dispuesto a cometer la menor cantidad posible de errores. Le rogué a Norma que me regalara un café, a fin de empezar con la cabeza despejada. Me trajo café brasileño, a pesar de lo cual quise ser amable y dije que lo encontraba exquisito.
-No veo por qué te desagrada me contestó ella.
-Al contrario: lo encuentro exquisito insistí yo, sin saber que ya había cometido el primer error del día.
Esquisito quiere decir, en portugués, desagradable, extraño, suspiró Norma.
Confundido, le eché la culpa a la olla.
La panela, corrigió Norma. No lo noté endulzado, comenté yo. La panela en portugués es la olla, dijo Norma.
¿¿Y olla no quiere decir nada?, pregunté yo.
Olha quiere decir mira, contestó ella.
¿Supongo que tendrán alguna palabra para panela?, me atreví a decir (panela es como se llama en Sudamérica al azúcar morena).
Panela se dice rapadura, meu menino, sentenció Norma.
No quise preguntar qué significaba menino. De todos modos, no debía ser gato, como en español, sino chico, o algo así.
Norma estaba allí, en su escritório (¿en su panela?, ¿en su lixo? ) esperándome con infinita paciencia. Siempre en portugués, le pedí perdón y le dije que me tenía tan abrumado el portugués, que ya no me acordaba de mi apellido. De tu sobrenome, dirás, comentó ella: Apelido quiere decir apodo. Intenté sonreír: Trataré de no ser tan torpe. Dijo Norma: No exageres: torpe es infame; inábil sí es torpe. Con este nuevo desliz se me subió la temperatura. Quise tomar un vaso de agua (vaso es florero corrigió ella: copo es vaso y floco es copo) y me justifiqué diciendo que el viaje hasta su escritorio había sido largo, porque venía de una finca. Comprido, no largo; fazenda, no finca, dijo Norma. Largo quiere decir ancho, así como salsa significa perejil y molho significa salsa.
Me di por vencido. Acepté que el portugués era un idioma difícil y entonces sí se le iluminaron los ojos a Norma. La cuestión era de orgullo. De ahí en adelante no me regañó, sino que me mostró todas las diferencias que existen entre palabras homófonas de los dos idiomas. Caro se dice costoso, porque custoso quiere decir difícil; morado se dice roxo, porque rojo se dice vermelho, escenario se dice palco, porque palco se dice camarote, cadeira no es cadera, sino asiento; bilhete no es billete, sino nota, pero, en cambio, nota si quiere decir billete; maluco es loco y caprichosa es limpia, distinto es distinguido y presunto es jamón.
Era demasiado. Pedí permiso para no volver nunca a las clases de portugués, el idioma más difícil del mundo.
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